La tortura después de la tortura, esa que lleva 50 años, esa que no acabó en 1990, esa que se repite dia tras día 1162 veces.
Baila sola, ella sigue bailando sola, no tiene quién le tome el brazo, no tiene quien la guie en su bailar. Baila a oscuras, con los ojos puestos en la puerta, añorando que se abra y vuelva la luz a su vida, que el pasado le devuelva el alma que hace 50 años se desgarró.
Seguirá golpeando puertas, seguirá buscando desde la eternidad, su herencia será el dolor, será la insistencia de obtener una respuesta de dónde puede ir a dejar una flor.
La dictadura vino, la dictadura se fue, pero el daño es tan profundo, es tan eterno, como las preguntas sin respuestas en el viento se han de mantener, ¿dónde están mis hijos? ¿dónde está mi padre? ¿dónde está mi hermana? ¡¿DÓNDE?! nadie sabe, nadie habla, ¿quién entonces ha de saber?
Miles se fueron, miles buscaron, miles siguen y seguirán, ¿será en el bosque, será en el desierto, será en los montes, será en el mar?
Un trocito, sólo un trocito la pena ha de detener, más no se acaba con ese trocito que sólo es eso lo que encontré.
El mar en sus olas fue silencioso testigo, así mismo como el desierto lo fue, ellos no pueden decirnos dónde, pero los cuidan, les dan descanso y muchas veces el último solitario y desconocido descanso han de ser.
La tortura después de la tortura, el eterno dolor de no saber, la fantasia de que la puerta se abra y nuevamente sus ojos ver.